martes, 9 de agosto de 2011

Rua das Canastras



"Pero también quería pedirte una cosa, Mario, que sólo tú puedes cumplir; todos mis otros amigos o bien no sabrían qué hacer o pensarían que soy un viejo senil y ridículo. Quiero que vayas con esta grabadora paseando por la Isla Negra y grabes todos los sonidos y ruidos que vayas encontrando. Necesito desesperadamente de algo, aunque sea el fantasma de mi casa. Mi salud no anda nada bien. Echo de menos el mar. Echo de menos los pájaros. Envíame los sonidos de mi casa. Entra en el jardín, y haz sonar las campanas. Primero graba el suave ruído de las campanitas cuando el viento las golpea, y luego tira de la cuerda de campana más grande cinco, seis veces. Campanas, mis campanas! No hay nada que suene tan bien como la palabra campana si la colgamos de un campanario junto al mar. Y luego ve a las rocas y graba el romper de las olas. Y si oyeras las gaviotas, graba. Y si oyeras el silencio de los astros, graba."

De “O carteiro e o poeta”, de Antonio Skármeta.


Durante 6 meses, el balcón de mi habitación de Lisboa fue lo primero y lo último que contemplaba al levantarme cada mañana y antes de acostarme, religiosamente cada día. Me gustaba dedicarle por lo menos 2 o 3 minutos diarios.
Me encantaba hacerle fotos y ver cómo las imágenes cambiaban tanto a medida que pasaba el tiempo y dependiendo de las circunstancias (clima, hora del día, estación del año, etc), a pesar de haber sido tomadas por la misma persona, con la misma cámara, desde exactamente el mismo lugar. 

Os dejo una pequeña selección de lo que también podría llamar los sonidos de mi casa, sobretodo teniendo en cuenta los pájaros del balcón del afable vecino del primero el señor Flores, el revolucionado rugir de los taxis lisboetas, y alguna que otra trifulca verbal.




 Enero


Noche


Niebla


Primavera


Lluvia


Oscuridad


Fiesta


Reflejo de Luna


Verano



Desde el otro lado: llegada a casa